Al autor de este libro lo avergüenza a veces, aunque en general le complace (y se justifica pensando que no hubiera podido proceder de otro modo), el haberse visto llevado a recorrer, en su evolución intelectual, muchos territorios distintos dentro de la amplitud de la Psicología. Este vicio o virtud de nomadismo le ha impedido instalarse en puerto especializado, salvo en ese de ser terapeuta buena parte de su tiempo, cuasi-destino al que ya no se resiste tampoco, quizá porque es trabajo donde cada paso es nuevo y que -por añadidura de aquellos dones y aflicciones en que más ostensiblemente abunda- ofrece el aliciente de abrirse a muy diversos campos de problemas. (En él se aprende, también, que cada subjetividad singular implica más de una dimensión que la hace conmensurable con otras, en términos de particularidades históricas.)