Descripción de la obra
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Entre las
ideas que el progreso incesante del pensamiento humano obliga hoy a reformarse
para no perecer, la del Derecho ocupa uno de los primeros puestos. Desde luego,
es inseparable de las nociones de libertad y de deber. El antiguo
espiritualismo no puede sostenerse más a nuestro juicio. Las entidades
metafísicas, a que habitualmente apelaba, son tan impotentes en la cuestión del
derecho como en la de la libertad moral. ¿Se debe, por lo tanto, rechazar
enteramente, hasta como puro ideal, la concepción de los derechos del hombre? ¿Es
necesario reducir todo el orden civil y político a una mera combinación de
fuerzas y de intereses, y oponer el principio de la desigualdad aristocrática
al de la igualdad democrática? Tal vez llegaremos a reconocer que, en esta
cuestión, cada uno de los puntos de vista principales en que se ha colocado el
espíritu humano encierra su verdad relativa; tal vez es posible elaborar una
teoría nueva del derecho, naturalista e idealista a la vez, y bastante
comprensiva para reconciliar los sistemas adversos, en lo que tienen de
científicos. Lo que nos proponemos realizar no es una elección más o menos
arbitraria entre los sistemas, ni una especie de eclecticismo: es una síntesis
racional en que todos los elementos positivos de cada sistema tendrán su lugar,
y en que serán enlazados por una teoría lo más comprensiva posible. Limitando a
su justo valor y a su legítimo dominio las verdades relativas de los sistemas,
se les despoja de su carácter exclusivo y negativo, y al mismo tiempo se las
vuelve armónicas y conciliables.
Las
cuestiones de que vamos a tratar ofrecen, ante todo, un interés especulativo:
emprendemos una investigación principalmente científica. Sin embargo, no
debemos descuidar el aspecto histórico y político de estos estudios. La manera
cómo se representa un pueblo el orden social depende del fondo mismo de su
carácter: tiene sus tradiciones, tiene su historia, y esta señala su dirección
presente y puede revelar su porvenir. En nuestra época, en la cual los grandes
pueblos de Europa luchan por la preeminencia intelectual y política, bajo las
leyes de una selección superior, es necesario que nuestro país se dé cuenta de
la idea directriz, más que nacional y verdaderamente humana, que ha constituido
hasta ahora su fuerza, y que, ampliándose y completándose con las nociones más
familiares a los demás pueblos, podría asegurar aún su grandeza futura; aludo a
la concepción del derecho ideal, de la justicia, de la igualdad ideal de las libertades.