Los placeres que proporciona un idioma son inagotables. Cuando uno lee y a diferencia de lo que ocurre cuando uno ve una película, además de introducirse en una historia ajena, está registrando una forma correcta de escribir, esto es, disminuirán en el futuro los errores ortográficos; está recordando vocabulario que ya conoce y que habitualmente emplea; está además asimilando vocabulario que reconoce pero que habitualmente no utiliza por desconocimiento de contextos en que hacerlo o de las múltiples acepciones que muchas palabras poseen; por último, está aprendiendo vocabulario que desconoce. Un idioma es extenso, rico, un tesoro; es un código con el que comunicarlo todo o casi todo.