Descripción de la obra
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Perelman, al igual que la mayor parte de todos
quienes se oponen al formalismo y al positivismo jurídicos, concibe que el
Derecho es una técnica al servicio del ideal de justicia. La función del juez
no se limita a una simple deducción formal: el juez encarna el Derecho
viviente; y debe inspirarse, para el cumplimiento de su misión, en el ejemplo
del pretor romano, para quien el Derecho era arsaequi et boni. Claro que se
reconoce que es necesario que haya normas jurídicas generales, y también que
haya precedentes, para permitir el establecimiento de un orden de Derecho
estable, para asegurar la certeza de las transacciones. Pero esto no basta: el
buen juez es aquel que se sirve del arsenal jurídico para hacer reinar la
justicia; y será respetado sólo en la medida en que proceda de esta manera.
Según Perelman el juez no debe limitarse a aplicar la ley. Por el contrario,
debe servirse de la ley para apuntalar su sentimiento de equidad, que estudiará
sobre todo cuando la ley es oscura, contradictoria o incompleta.