Descripción de la obra
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Lo que hoy llamamos en Occidente democracia es la
combinación de tres elementos. El primero es la idea del self government con la
participación de todos, cuyo modelo nos brindó la Asamblea del pueblo de
Atenas y que puede aplicarse a comunidades muy reducidas, que –a escala de
grandes naciones, muy pobladas– no es más que un mito, pero un mito muy
arraigado. El segundo elemento es la idea de la salvaguardia de los derechos
del individuo que debe ser protegido de los demás individuos y de la presión
colectiva: de este modo aparece la misión protectora del gobierno, que es el
fundamento de su autoridad, pero esta autoridad puede ser utilizada contra lo
que debe salvaguardar, por lo que el individuo necesita garantías contra el
gobierno, es decir, protección contra la propia fuerza protectora. El tercer
elemento es la idea de representación, históricamente vinculada a la
preocupación por el individuo, pero que hoy implica la personificación ficticia
de la comunidad.
Las
principales instituciones occidentales se formaron cuando «algunos» gobernaban
a «todo el mundo». En tales condiciones, el deber de estos «algunos» de
proteger a «Uno» contra «Otro» estaba claramente definido y se precisaba
progresivamente; pero el peligro de que algunos oprimieran a «todo el mundo»
era también evidente, por lo que se tomaron medidas contra él. Así, pues, la
preocupación por proteger a «cada uno» es el rasgo distintivo de las naciones
occidentales; de ella proceden numerosos caracteres que nosotros estimamos como
signos de democracia, aunque aparecieran en épocas que consideramos por lo
general antidemocráticas, en las que el término «democracia» no gozaba de
favor. De este modo se ha constituido un clima en el que más tarde se
desarrollaron las instituciones de la democracia política.