Producto de una sociedad dividida entre capital y trabajo, el mundo de la educación y la cultura es, asimismo, un mundo escindido. Dentro de él la escuela —la esquizo-escuela— es una tabla de multiplicar que multiplica la división. Reproduciendo la escisión que preside la lógica de la sociedad que la sustenta, este sistema de enseñanza, internamente partido en dos, divide, desdobla. Dentro del campo epistemológico, la cultura que reproduce aquel separa las categorías de sujeto y objeto; en la esfera de la personalidad escinde individuo y sociedad; en fin, desde la perspectiva de las posiciones sociales separa la teoría de la práctica. Como resultado de la sistemática división de estos —y en otros— campos, potencialmente cada producto escolar es, valga la expresión, como un borrón de tinta aprisionado por una doblada hoja de papel. Todo lo que hace la cultura dominante —a través de una red de instituciones de represión/liberación muy compleja— es estampar, ese doble dibujo simétrico del subjetivismo roussoniano y del objetivismo positivista. Ante un espejo, este doble dibujo, a primera vista invertido, resulta ser una sola figura: una y la misma. Este libro trata de asomarse a ese espejo y observar la identidad de esa que parece oposición, apariencia que constituye un elemento clave de la dinámica de la educación, la cultura y la sociedad contemporánea.