El encuadre habitual del psicoanálisis es muy conocido. Una persona grande, tendida en un diván, dice supuestamente todo lo que se le ocurre a otro adulto, sentado en un sillón. Este otro adulto se guarda de responder a las preguntas, iniciar un diálogo o dar consejos. El analizante ha acudido a demandar un análisis a un analista. Sabe, o cree saber, en qué se mete.